Dr. David Hillson, FIRM, HonFAPM, PMI Fellow
Todos sabemos que la gestión de riesgos se supone que consiste en gestionar riesgos. Pero la gente frecuentemente entiende cosas muy diferentes cuando utiliza la palabra "riesgo". Una manera de resolver este problema sería insistir en que todos utilicen las definiciones que se encuentran en las directrices y estándares del riesgo. Estas definiciones han sido normalmente producidas por grupos de expertos que trabajan duro para clarificar, para decir lo que quieren dar a entender y para querer dar a entender lo que dicen. Desafortunadamente la mayoría de las personas ignoran las definiciones oficiales cuando gestionan el riesgo en la práctica. En lugar de eso se fían de sus propias ideas sobre el riesgo que a menudo son limitadas o son engañosas. Esto como contrapartida puede reducir la efectividad del proceso de riesgo no produciendo el rango completo de su valor potencial.
Un concepto usualmente olvidado sobre el riesgo es lo que se refiere solamente a eventos inciertos que podrían ocurrir en el futuro, y que afectarían al alcance de los objetivos si ocurriesen.
La limitación se ha producido parcialmente por el uso de alguno de los términos de “evento de riesgo” como taquigrafía de todos los tipos de riesgo, los más principales (¿la mayoría?) los practicantes del riesgo que piensan solo en eventos de riesgo con futuro incierto cuando identifican riesgos en sus proyectos o negocios. Por supuesto el riesgo no incluye eventos futuros inciertos, pero el proceso de riesgo debe direccionar también otros tipos de riesgo. ¿Cuáles son?
Empezando con la idea de que el riesgo es “la incertidumbre que importa”, podemos preguntar qué incertidumbres podrían importar. Además hay varios tipos de eventos futuros inciertos. Utilizar palabras alternativas para describir los tipos diferentes de incertidumbre puede ayudarnos a encontrarlos.
Deberíamos considerar tres tipos principales de “no-eventos” de incertidumbre como parte de nuestro proceso de riesgo:
- El primero es la variabilidad, donde hay incertidumbre sobre algunas características clave de un evento planificado o de una actividad o de una decisión. Por ejemplo planificamos llevar a cabo una prueba de algunos equipos nuevos pero no tenemos certeza sobre cuánto tiempo llevará la prueba. Los especialistas de Riesgo a veces llaman a esto incertidumbre aleatoria, donde es posible un rango de resultados pero no estamos seguros de lo que realmente podría ocurrir.
- En segundo lugar la ambigüedad existe cuando tenemos incertidumbre sobre lo que podría ocurrir, si ocurre. Por ejemplo intentamos lanzar un nuevo producto en un Mercado competitivo – ¿cómo reaccionarán los competidores y clientes potenciales? Otro nombre para la ambigüedad es la incertidumbre epistémica, que surge del conocimiento imperfecto.
- Un tercer tipo se llama normalmente lo que no conocemos de lo desconocido, aunque un nombre mejor sería lo que no podemos saber de lo que no sabemos (y su nombre propio es incertidumbre ontológica). Estos surgen de las limitaciones en nuestros marcos conceptuales o de nuestra visión del mundo. Ellos son los riesgos que no vemos porque no sabemos que deberíamos estar buscándolos.
Los practicantes del riesgo probablemente necesitarán explicar estos términos técnicos con cuidado si queremos usarlos con nuestros colegas. Pero es donde los especialistas de riesgo, nosotros mismos, necesitamos ser conscientes de que estos tipos de incertidumbre “no-evento” existen y podían ser relevantes.
Cualquier término que usemos para describir el riesgo, es importante para que el concepto de riesgo se extienda más allá de los eventos futuros inciertos, y para que el proceso de riesgo incluya técnicas para identificar, evaluar y responder a todos los tipos de “incertidumbre que importa”. Solo entonces desbloquearemos el valor completo que ofrece la gestión de riesgos, usándolo para gestionar cada tipo de riesgo y no limitándonos a nosotros mismos solo a los eventos futuros inciertos.
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